Me dejaste entrar.

Viviana Diaz Granados
BroadcasterMedia
Published in
2 min readMay 4, 2021

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Cuando era pequeña, alrededor de los 7 u 8 años, me gustaba contar historias a mis padres, pocas veces eran historias cotidianas, la mayoría eran historias tan absurdas que mi madre, para no coartar mi creatividad, me preguntaba tranquilamente mientras escuchaba:

- ¿Esta es una historia real o es una historia del mundo de tu imaginación?

Muchas veces respondía resignada que la historia pertenecía al mundo de mi imaginación, y me sentía avergonzada porque la sola pregunta ya dejaba ver que la historia no tenía el peso suficiente de tan siquiera sembrar la duda de que pudiera ser real, cosa que muchas veces me hubiera gustado. De todas maneras, siempre admiré que ella escuchara atentamente mis historias sin importar a cuál de los 2 mundos pertenecieran.

Es natural que las mentes infantiles viajen y busquen alternativas a la realidad, tanto para entenderla como para evadirla en algunas ocasiones. En mi caso, desde niña y hasta el día de hoy, el gusto por esta realidad alternativa se convirtió en pasión por la lectura de novelas de ficción. Este fin de semana me topé con una que me transportó a esta época en la que mi madre me pedía aclaración sobre el origen de mis historias.

“Me dejaste entrar” de la escritora noruega Camilla Bruce, es una historia contada desde la voz de una mujer mayor que para explicar el motivo de su desaparición escribe las memorias de su fantástica niñez, rodeada de personajes y mundos sobrenaturales aterradores y fascinantes a la vez. La novela es un constante desdibujar de la línea entre la realidad y la ficción, que en este caso son ambas aterradoras.

Los niños exteriorizan sus inquietudes a través de la imaginación, crean mundos bajo sus propias reglas y se divierten teniendo el control; es algo muy sano y de hecho es un ejercicio que estimula su memoria, creatividad e inteligencia.

En esta historia la realidad es tan dura que para su protagonista es más cómodo vivir en un mundo ficticio, aunque este no sea ideal, diferenciar lo real de la imaginación no es una opción porque ese mundo se convierte en su verdad.

Es imposible sentir indiferencia ante las dolorosas injusticias que revela este libro y que desafortunadamente son el día a día de muchas personas que han sufrido traumas en su infancia.

La historia te deja pensando en el poder de la mente, de la familia, y en la existencia de realidades injustas que llevan a algunas personas a refugiarse en lugares (a veces aterradores) que pertenecen al mundo de su imaginación.

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